lunes, 3 de septiembre de 2018

GREGORIO ULLOA M

Eminente malariólogo y zoólogo venezolano
Gregorio Ulloa Mota pasará a la historia de la ciencia venezolana y particularmente a la de la parasitología como uno de los hombres más destacados por sus amplios conocimientos sobre la malaria humana, aviar y la fauna silvestre del país. Ulloa nació en Maracay un 18 de marzo de 1928 en el seno de una familia humilde, descendientes de Felipe Ulloa y Clara Mota, apegada estrictamente a los buenos principios ciudadanos, morales y de amor al prójimo. Desde niño Gregorio entendió la importancia del trabajo duro para ayudar al sustento familiar. Durante su infancia residió en varios lugares en Maracay, hogares que nunca olvidó hasta con insólitos detalles como la distribución de los espacios, la descripción de las calles y esquinas, sus vecinos y amigos, demostrando una extraordinaria memoria. Quiso entonces dedicarse a estudiar. Ya había concluido su primaria en la Escuela Felipe Guevara Rojas de Maracay y cuando ya sabía leer y escribir decía que era un gran triunfo que le abriría las puertas del mundo. Con esa convicción comenzó a estudiar bachillerato pero las dificultades económicas familiares no le permitieron continuar y se cambió a un instituto de artes y oficios donde tampoco pudo terminar ninguna carrera. Se dedicó entonces por su propia cuenta a leer libros que pedía prestado a sus amigos. Debido a la estricta educación que recibió, especialmente de su padre, se formó como un ciudadano correcto, honesto y en especial alegre y soñador. A temprana edad también aprendió a admirar la naturaleza y con frecuencia recorría potreros, bosques, los alrededores del lago de Valencia y de quebradas cercanas a Maracay, Mariara y Guacara, donde tomaba notas en libretas de todo lo que consideraba de interés. Su hábito de anotar todo decía que era herencia de su padre que hacía algo similar con sus negocios. Sus observaciones con mucho detalle, anotaciones, discusiones y preguntas que se hacía sobre todo lo que encontraba a su paso lo hizo formarse como un "filósofo" de la vida. Sintió la necesidad de tener una profesión para ayudar económicamente a su grupo familiar y ello lo llevó a querer ser torero con un grupo de amigos que asistía a practicar con el maestro Pineda, hasta que algunos accidentes personales o de sus amigos lo hicieron desistir de esta idea. Más tarde tomó algunos cursos cortos de estadística, sintiendo que le resultaba fácil entenderla y fue su arma para conseguir algunos empleos temporales. Su familia además de los progenitores, estuvo conformada por once hermanos. Por su capacidad y entrega al trabajo siempre fue considerado como el hijo con mayor responsabilidad para ayudar a su padre en las labores cotidianas del trabajo y en el mantenimiento de la casa. En esas largas caminatas trataba de descubrir y observar todo, en especial el comportamiento de la fauna silvestre. Así nacía, sin sospecharlo, una futura pasión por la naturaleza. A los 17 años le tocó vivir, aunque sin entenderla mucho, su primer contacto con lo que llamaban política y siguió de cerca la "Revolución del 45" que derrocaría al Presidente Medina Angarita y lo estimuló a leer más sobre la historia de Venezuela. Nunca se inscribió ni se involucró con partido alguno pero él mismo se consideraba una persona de pensamiento de centro izquierda. En 1946 finalmente consiguió su primer trabajo formal, ingresando como empleado en la Dirección de Malariología llevando estadísticas relacionadas con el control de la malaria y otras enfermedades. Tomó varios cursos sobre esa disciplina y fue nombrado "Estadístico" de la División de Endemias Rurales en la Dirección de Malariología de Maracay  Su jefe desde el comienzo fue el Dr. Arnoldo Gabaldón, a quién no le costó mucho darse cuenta de la inteligencia, valores morales, dedicación, vocación y otras cualidades de Gregorio. Convencido Gabaldón de sus cualidades y con la intención de incorporarlo a su equipo de trabajo sobre malaria, lo envió a realizar varios cursos cortos y pasantías en laboratorios donde se estudiaba la enfermedad y con frecuencia a salidas de campo, oficinas y laboratorios de otros estados relacionados con el conocimiento sobre la malaria y otros parásitos, así como el estudio de los animales vectores y reservorios. Contrajo matrimonio con Ligia Quintero y con gran esfuerzo pudo obtener una casa del Banco Obrero en la urbanización El Hipódromo de Maracay donde vivió y crío a sus hijos. Pronto será conocido como un autodidacta y hombre culto debido a su hábito de leer. Finalmente Gregorio dejó de trabajar en estadística y se unió al grupo de trabajo sobre malaria coordinado por el Dr.Gabaldón, hombre muy exigente con sus empleados y estricto con las actividades que realizaba su personal. Ahora en la “oficina”, como él mismo llamaba a la sede de Malariología, transcurrían los días dedicado a las observaciones microscópicas sobre extendidos de sangre, conociendo la biología de varios hemoparásitos, sus hospederos y haciendo excelentes dibujos de todo lo que veía, otra cualidad que fue desarrollando con el tiempo. Siempre intercambiaba opiniones con sus compañeros y como hombre de grandes ideas nunca faltaron las reuniones con su jefe para proponerle cambios en la forma de hacer las labores rutinarias Se interesó también con mucha vocación al mantenimiento de cepas de diferentes parásitos y manejar crías de hospederos como zancudos, flebótomos, chipos, ratas, ratones, pollos, pavos y patos para replicar y reinfectar a los parásitos encontrados. Al pasar los meses y con el corto tiempo dedicado a estas actividades logró tantos éxitos y un funcionamiento tan eficiente del laboratorio y su bioterio que no le costó mucho ser admirado por alcanzar metas que ni los profesionales que allí habían laborado ni aún su propio jefe habían obtenido. Su gran secreto era su dedicación y capacidad de nunca darse por vencido y lograba tareas clasificadas por otros como imposibles. Ello también determinó que algunos de sus compañeros lo vieran con envidia y malos sentimientos. Su manejo del microscopio era excepcional y sus dibujos de los parásitos observados impresionaron a todos por su calidad. Finalmente sus éxitos justificaron que fuera transferido a las instalaciones de Malariología en Las Delicias, Maracay, donde funcionaba un nuevo laboratorio muy bien equipado con un bioterio anexo. Con su llegada todo mejoró y su vida transcurrió entre las crías de zancudos, chipos y pequeños mamíferos, dedicando mucho tiempo al estudio de las abundantes muestras de sangre que ingresaban. Ya definitivamente su dedicación a la estadística quedaba atrás y ahora comenzaba a formarse como un excelente parasitólogo. A mediados de los años sesenta Ulloa frecuenta la casa de su viejo amigo y compañero de clases de la infancia y adolescencia el Maestro de la Aviación Luís León, donde conoció a su vecino Alberto Fernández Yepes, con quien desde ese momento cultivaría una gran amistad y compartiría el proyecto de estudio sobre animales vectores de enfermedades coordinado por el Dr. Arnoldo Gabaldon, junto a otras personas como Lacenio Guerrero, Juan Gómez Núñez, Juan Pulido, entre otros. Alberto Fernández Yepes era profesor de zoología en la Facultad de Agronomía de la Universidad Central de Venezuela y un gran amante de las aves de ornato, el estudio de vertebrados y otros animales, por lo que compartían muchas aficiones en común que contribuyeron sin duda a solidificar su amistad. También conoció al hermano de Alberto, el conocido ictiólogo Agustín Fernández Yepes, con quien conversaba y compartía otra de las pasiones de los tres, los peces silvestres y de acuario. Ahora salían juntos a muchos lugares del llano, incorporando a sus frecuentes labores a explorar también ríos y lagunas para estudiar los peces. Fruto de estos trabajos fue la presentación de la ponencia “Aprovechamiento Racional de la Piscicultura Ornamental” en el I Foro Internacional de Planificación y Desarrollo Pesquero realizado en Caracas en 1967, la primera experiencia de Ulloa en la divulgación de la ciencia formal. Gregorio ya tenía años trabajando en la División de Endemias Rurales de la Dirección de Malariología del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social y a pesar de no tener ningún título universitario sus conocimientos sobre parasitología eran la envidia de muchos biólogos, veterinarios, médicos, muchos de ellos incluso con titulo de Doctor. Fernández Yepes al darse cuenta del potencial de Ulloa lo involucró también en nuevos proyectos como el estudio de los mamíferos de Venezuela y hacían salidas de campo con frecuencia y compartían diversas técnicas de captura y exámenes de parásitos involucrando a algunos de sus hijos en estas actividades. El hijo mayor de Fernández Yepes se incorporó como asistente de las labores de campo y el hijo mayor de Ulloa se dedicó a pintar la naturaleza y sus animales. Con el pasar del tiempo el primero de ellos, Alberto Fernández Badillo se graduó de ingeniero agrónomo y obtuvo un doctorado en ciencias dedicando su vida al estudio de la zoología, biogeografía y especialmente a los vertebrados como profesor e investigador de la Universidad Central de Venezuela, mientras el segundo, Ángel Luis Ulloa Quintero se destacó como reconocido pintor de la naturaleza venezolana. Ulloa no descansó nunca de tomar notas hasta de lo más mínimo que podía observar y considerar importante para el futuro y siempre llevaba consigo una libreta o cuaderno donde prácticamente anotaba todo lo relacionado con sus labores, tanto en la oficina, en el laboratorio o en el campo y hasta aspectos de su vida personal. Por su excelente desempeño en el campo le fue asignado un vehículo permanente para que se encargara del proyecto del estudio de insectos y pequeños roedores como vectores o reservorios de diversos parásitos, lo que le permitió ampliar sus estudios a otras localidades, entre las más frecuentes el Hato El Banco  cerca de Ortíz en el estado Guárico, San Esteban en el estado Carabobo y El Limón, Pozo del Diablo, Rancho Grande, El Portachuelo, Hacienda La Esmeralda y Cumboto en el Parque Nacional Henri Pittier del estado Aragua. 


Gregorio Ulloa M. Atrás el edificio de Malariología
de Maracay

Pronto y por su propia iniciativa se involucró también en tomar y analizar muestras de sangre de aves silvestres, por lo que el Dr. Gabaldón lo incluyó como pieza fundamental en la investigación de la malaria aviar. El interés por aprender lo lleva a tomar cursos formales como los de Zoología Agrícola y Ecología en la Facultad de Agronomía de la Universidad Central de Venezuela, los cuales finaliza con excelentes calificaciones. Desde 1965 comparte sus labores con las de su amigo Fernández Yepes e incorpora a las localidades de estudio a la Hacienda Mozanga en Los Guayos, estado Carabobo, cerca de Guacara. Ahora cuentan con Alberto Fernández Badillo, como asistente de sus proyectos y como asesores se unen el Dr. Juan Gómez Núñez y el Dr. Pablo Anduze. Con toda la información obtenida durante años finalmente logran publicar en 1969 las primeras “Claves para la Determinación de Ordenes, Familias y Géneros de Mamíferos de Venezuela” y el mismo año “Mamíferos de Venezuela (Lista Parcial, su distribución)”. Estas dos obras fueron durante muchos años de consulta obligatoria para profesionales y estudiantes. En 1970 fallece Alberto Fernández Yepes, los proyectos continúan y estrecha sus lazos de amistad y de trabajo con el hijo de su compañero fallecido, Alberto Fernández Badillo, quien era estudiante de Agronomía en la Universidad y para entonces ya tenía cierta experiencia porque desde hacía años atrás trabajaba como asistente de su equipo en diversas labores científicas. Así establecen, además del laboratorio de Malariología en Maracay, otros laboratorios en la Estación Biológica de Rancho Grande de la UCV, desde donde siguen investigando para conocer la ecología y biología de diversas especies de mamíferos reservorios de enfermedades tropicales, ampliando su área de acción colocando cuadrículas de trampas para captura de roedores vivos en las localidades visitadas por Ulloa desde hace años y el uso de redes de neblina para colectar también aves y murciélagos y tomar muestras de sangre para observar hemoparásitos. Siempre son acompañados por el Sr. Julio González, quien colabora en el montaje y revisión de trampas. En lo posible incluyen visitas a campesinos en sus ranchos y rusticas viviendas de bahareque y techos de paja para reconocer síntomas de enfermedades como malaria, leishmaniasis y observar y colectar insectos hospederos (zancudos, flebótomos, chipos, entre otros) en los alrededores de estas humildes habitaciones. A las salidas de campo se unen el Dr. Arnoldo Gabaldón de Malariología, el Dr. Witremundo Torrealba de la Universidad de Carabobo y el Dr. José Vicente Scorza de la Universidad de Los Andes. La necesidad de manejar la taxidermia para preservar los ejemplares de aves y mamíferos colectados determina que Ulloa y Fernández Badillo realicen un curso intensivo dictado por el excelente y reconocido taxidermista José Luis Arcay, pasando tres semanas intensivas en la Estación Biológica de Rancho Grande recibiendo clases teóricas y prácticas. La labor de Ulloa en el laboratorio es insuperable y logra realizar una única y gran colección de láminas con hemoparásitos de aves silvestres y domésticas que son tomadas en diversas regiones del país. A los pocos años esta colección de láminas llega a miles, cada una con notas complementarias de sumo interés. 


Gregorio Ulloa M. y Alberto Fernández-Badillo. Año 2000

El nuevo proyecto de malaria aviar da sus frutos y algunos resultados comienzan a ser publicados por el Dr. Gabaldon en revistas científicas con Ulloa como coautor. El propio Dr. Gabaldón decide llevar a Ulloa a un largo viaje a Panamá, Estados Unidos y Canadá, donde intercambian ideas con reconocidos parasitólogos y conocen el funcionamiento de laboratorios que estudiaban también la malaria aviar. Aunque la intención original de Gabaldon era darle oportunidad a Ulloa de aprender nuevas técnicas, resultó todo lo contrario y fue Ulloa quien terminó enseñando sus técnicas a los encargados de estos estudios. Con Fernández Badillo se incorpora al estudio de la fauna del Parque Nacional Henri Pittier, se hace miembro y participa en comisiones de trabajo en la Asociación Venezolana para el Estudio de Los Mamíferos (ASOVEM), con la Sociedad Venezolana de Entomología y con el Servicio Nacional de Fauna Silvestre (PROFAUNA) del Ministerio del Ambiente y de Los Recursos Naturales Renovables. Participa con ponencias en congresos y reuniones científicas y publica algunos trabajos sobre mamíferos y aves. Durante los años ochenta y preocupado por la falta de conocimiento de cada persona que ingresaba al laboratorio de Malariología para trabajar con la captura y toma de muestras de sangre de aves y de pequeños mamíferos, Ulloa se dedica a publicar procedimientos básicos y rutinarios, entre ellos “¿Cómo limpiar las láminas portaobjetos para recibir muestras de sangre?”, “Técnicas de marcaje de pequeños roedores cortando los dedos para el estudio de poblaciones”, “Extracción de sangre de los pequeños roedores”, “Fijación de la morfología de los glóbulos rojos y de los parásitos presentes”, entre muchos otros de interés. Resalta su participación en la Comisión y posterior publicación como coautor del libro  “Mamíferos de Venezuela: Lista y Claves para su Identificación” (1988) junto con Alberto Fernández Badillo, Ricardo Guerrero, Rexford Lord y José Ochoa. Forma parte del proyecto permanente sobre el estudio de las aves migratorias que pasan por el Paso Portachuelo y es fundador y electo como primer Presidente de la Sociedad Científica Amigos del Parque Nacional Henri Pittier, donde realiza una loable labor. Nunca abandona sus aficiones por leer y conocer sobre historia, geografía, literatura y otras disciplinas y nace un particular interés por estudiar la figura histórica de Don Simón Rodríguez que lo concentra en tomar notas y buscar con obsesión frases y pensamientos del maestro en diversas obras de historia de Venezuela, acumulando cientos de líneas sobre su pensamiento que se le ocurre ordenarlas en orden alfabético elaborando, casi sin darse cuenta, un excelente diccionario. Cuando varios amigos le propusieron publicarlo siempre puso como condición si se llegase a publicar que su distribución fuera gratuita y llegara a cada escuela del país. En 1995 termina el primer ejemplar original tipiado por él mismo con una vieja máquina de escribir y copias con papel carbón. Este original fue leído y revisado por sus amigos Lacenio Guerrero, José Vicente Scorza, Arnoldo Gabaldón, el escritor Arturo Uslar Pietri y por supuesto su compañero de tantos años Alberto Fernández Badillo. Todos lo alabaron y recomendaron su publicación y finalmente en 2008 el libro es bautizado con el título “Diccionario Robinsoniano”. 

La última obra de Gregorio

Lamentablemente desde 2006 y a pesar de que Ulloa fue un intelectual activo toda su vida, siempre leyendo, escribiendo, estudiando, investigando, analizando y discutiendo opiniones con sus amigos, comenzó a sufrir de la terrible enfermedad de Alzheimer y a perder la memoria paulatinamente, hasta que en 2013 fue ingresado a un centro médico especializado cuando ya no era capaz ni de reconocer a sus familiares y amigos más cercanos. Finalmente fallece en Maracay el 12 de mayo de 2016 a la edad de 88 años.

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